En las relaciones de pareja el factor de reciprocidad es de vital importancia. Es posible amar y no ser correspondido, pero para mantener una relación se necesitan los dos. La reciprocidad no implica una mera transacción de intercambio: tú me da y yo te doy. Cuando es así, es una relación de dependencia, la cual generalmente no tiene un buen pronóstico, ya que la dependencia no representa un modelo de relación sano, es enfermizo.
A veces se espera que nuestra pareja nos supla todas nuestras necesidades, usando el amor como una moneda de intercambio, como si fuera una paga por los bienes y servicios que recibimos. Esto tampoco es la reciprocidad. La verdadera reciprocidad se basa en la generosidad, es la capacidad de aportar en la relación de forma generosa, cálida y gratificante. Pero es esencial que los dos en la pareja mantengan esta actitud.
Cuando es uno que lo da todo, que pone todo en la relación y el otro se limita solo a recibir o de beneficiarse de lo que el otro da, se establece un desequilibrio en la relación. Una relación desequilibrada no tiene la armonía, no tiene fuerza para fluir, ya que se estanca inmediatamente cuando la fuente de dar se interrumpe por cualquier motivo. Para mantener una relación desequilibrada se necesita una energía adicional capaz de suplir el déficit que se establece. Para crear esta fuente adicional, las personas suelen de adaptar roles que justifiquen el desequilibrio. Generalmente estos roles son o de víctima (pobre de mí, la sufrida, la abnegada, la rechazada) o del salvador (sin mi mi pareja no puede vivir, soy su “todo”).
Muchas veces la falta de reciprocidad refleja un problema de autoestima baja. Cuando uno de los dos carece de amor propio, se considera no digno de ser amado tal como él o ella ama. En esta dinámica reina la inseguridad y el miedo de perder al otro. Las relaciones de este tipo tampoco son sanas y no tienen buenas posibilidades de permanecer.
La reciprocidad se expresa cuando dos personas maduras deciden construir un proyecto de la relación en común y en este proyecto cada uno aporta de forma generosa las cosas que puede aportar, que son diferentes, pero todas son necesarias, cuando cada uno participe activamente en el proyecto de la relación, aportando su esfuerzo, dedicación y recursos a fin de procurar que la relación crezca y se fortalezca cada día, siendo sensibles e empáticos con las necesidades del otro.
La reciprocidad está presente cuando los dos mantienen la actitud de aportar, sin llevar las cuentas de lo que da el otro, sin embargo es importante mantener la sensación de la igualdad en el aporte, de que nunca el uno se aprovecha del otro o le quiere sacar alguna ventaja. Es procurar el bienestar del otro sin descuidar el propio. Es intercambiar las fuentes de energía del amor para crear el manantial abundancia emocional.