¿Alguna vez ha sentido hostilidad, rabia e incluso sentimientos de venganza contra una persona, grupo o institución porque le causaron daño o lo trataron injustamente?
Muy probablemente su respuesta es sí. Pero si estos mismos sentimientos se han repetido sin cesar a lo largo de meses y años, no solo porque pudieron haberle causado un daño real o imaginario, sino porque siente que ha sido ignorado, discriminado o porque alguien logró lo que usted no, probablemente sufre de resentimiento.
Esta emoción resulta devastadora para quienes cargan con ella, entre otras razones porque causa profundo deterioro en la interacción con otros.
La persona resentida rumia de manera interminable la afrenta sufrida, su queja es infinita. La situación por la que pasa puede compararse con la de un carro patinando en un barrial.
Paradójicamente, el resentido se apega a la persona contra la cual siente rabia, y busca que esta le devuelva aquello que injustamente le quitó. Siempre está al acecho para lanzar el dardo y herir. No olvida ni perdona, es arrogante y soberbio, cree que solo él o ella tiene derechos.
¿Qué lo alimenta?
El resentimiento es utilizado, muchas veces, para lograr objetivos poco nobles, azuzar la venganza, tomar justicia por mano propia o movilizar las masas de un partido o secta.
Hay muchos factores que alimentan el resentimiento y contribuyen a que haya personas resentidas: la falta de equidad entre iguales, ya sea objetiva o subjetiva; la falta de reconocimiento por parte del agresor o que no se le castigue; la injusticia, y el deseo de poseer lo que otros tienen, pero sin merecerlo.
El resentido puede tener sentimientos de inferioridad y pensar que no se tiene lo que merece, nunca es reconocido, siempre es maltratado. Otra expresión de resentido es el mesías, el salvador, el que se cree superior, y cualquier mínimo cuestionamiento se convierte en una afrenta que justifica sus dardos mortíferos.
Vale aclarar que es legítimo que las personas expresen su malestar, su descontento cuando son tratadas de manera injusta y que pidan que se les reconozcan sus derechos, usando los mecanismos y controles establecidos por la sociedad.
Lo que no es útil ni sano es cultivar esos sentimientos hostiles atacando cada vez que es posible. El resentimiento no va a cambiar al otro y daña e intoxica, como un veneno, al resentido.
Se puede enfrentar
Si bien el resentimiento es una emoción que la persona no escoge, los seres humanos son capaces de reconocerlo y usar la razón para afrontarlo, de modo que pueden dejar de ser esclavos de los sentimientos negativos que genera.
Hay que preguntarse, clarificar y entender por qué se tiene tanta rabia contra esa otra persona, grupo o institución, y cómo se puede manejar esa situación. El cerebro es capaz de hacerlo, como lo demostró una investigación reciente publicada en la revista Frontiers in Human Neuroscience.
Es necesario declarar una amnistía con la persona hacia la cual se tiene resentimiento. Hay que aprender a perdonar y a ponerse en los zapatos del otro, un ejercicio en el que tienen que trabajar los colombianos.
Consulte al médico si…
Es lesivo para la salud mental y física vivir constantemente intoxicados por sentimientos de rabia, impotencia y venganza. Por esa razón, cuando sienta que esta situación, que usted no logra manejar o controlar por su cuenta, se prolonga en el tiempo y afecta su calidad de vida y su tranquilidad, busque el apoyo de un tercero. Un profesional en salud mental puede orientarlo en este proceso.
Estudio
¿Por qué perdonar es sano?
Frederic Luskin, Ph. D. e investigador de la Universidad de Stanford (y un estudioso de los efectos del perdón), asegura que las personas que aprenden a perdonar experimentan menos ansiedad y estrés, elevan su seguridad, son más calmadas, se deprimen menos y tienen mejor salud.
En un estudio llevado a cabo por él en el 2008 con la U. de Wisconsin, se demostró que aprender a perdonar no tiene efectos nocivos y a corto plazo reduce el estrés.
Vale recordar que el sistema de defensas y las hormonas que se liberan con el estrés están relacionados, al punto que la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol (sustancias que se elevan con el estrés) bloquean la función de las células que defienden al cuerpo.
De allí la hipótesis de que el estrés y las emociones negativas generadas por el rencor, la ira y el odio, pueden causar ciertas enfermedades. Valga recalcar que los investigadores no se refieren solo a males relacionados con la baja de las defensas, también han cuantificado un doble riesgo para adquirir asma, artritis, dolores, úlceras y alteraciones cardiovasculares.
La ira y la hostilidad, generados por sentimientos de venganza, activan las glándulas que producen el cortisol, la epinefrina y la norepinefrina, que pueden afectar el funcionamiento de neuronas en el hipocampo, un área del cerebro relacionada con el aprendizaje; estas células cerebrales pueden morir de prolongarse esta acción en el tiempo.