¿Qué excusa te has puesto hoy? Tal vez piensas que eres demasiado mayor para estudiar chino o que eso que quieres puede esperar. Quizás no te animes a continuar hacia ese objetivo que te habías propuesto con tanto entusiasmo porque empiezas a cansarte y a dudar. No es miedo, no es tener la capacidad o no, tampoco es la seguridad. Todo esto es fruto de tus excusas; de razones que tu mente inventa y en las que tú te apoyas.
La diferencia entre aquellas personas que tienen una vida aceptable y aquellas que tienen una vida excelente no es la ausencia de miedo, sino la ausencia de excusas.
Todos tenemos miedo, pues es una emoción natural. Es verdad que muchas veces nos bloquea, nos paraliza para poder seguir adelante con lo que queremos. Sin embargo, no nos hace tirar la toalla. Esta acción la llevamos a cabo nosotros por propia voluntad, parapetándonos detrás de múltiples excusas que no tienen razón alguna de ser. El temor nos lleva a ellas, la inseguridad también; así redirigimos nuestras sensaciones hacia el extenso mundo de las excusas.
¿Estás comprometido con lo que quieres?
Pongamos como ejemplo que estás intentando ser más responsable o estás pensando en cambiar de trabajo porque el que tienes no te llena. Desde luego, posees un objetivo claro, pero te falta algo. Quizás tienes dudas respecto a si serás capaz de lograrlo, tal vez empieces a suponer que no merecerá la pena. Sin darte cuenta procastinarás.
Procastinar es dejar para mañana lo que puedes hacer hoy mismo, pero que por diversas circunstancias decides aplazar. Esto significa que en realidad no estás todo lo comprometido que piensas. Cuando de verdad quieres algo, intentas que se dilate lo menos posible en el tiempo. No hay «peros» que valgan. Mañana tal vez no tengas la oportunidad que hoy se te ofrece. Las cosas se consiguen moviendo fichas no quedándose mirando el tablero de forma pasiva.
Imaginemos que tenemos un carácter que nos ocasiona problemas en nuestras relaciones interpersonales e incluso en el trabajo. Varias veces nos han llamado la atención y nosotros respondemos con un «sí, tengo que cambiar mi manera de tratar a las personas que me rodean». Consideras que los demás tienen razón y a ti tampoco te agrada mucho cómo actúas en determinadas ocasiones. Sin embargo, con el paso de los días todo sigue igual. La gran pregunta es «¿por qué?».
Solamente actuando, haciendo, moviendo ficha, lograrás hacer realidad todo lo que quieres.
La respuesta se encuentra en que por tu mente pasa constantemente la palabra «mañana»; no obstante cuando llega el siguiente día se te ha olvidado. No estás realmente comprometido con el cambio porque te puede la pereza, puede incluso que consideres en tu fuero interno que ya estás muy mayor para modificar determinados aspectos de ti. Sin embargo, esto es una falacia. La edad puede ser un condicionante, pero también lo es, y con un peso mayor, lo que nosotros pensemos.
¿Haces de verdad… o piensas que haces?
Seguramente te suenen frases del estilo «no sirve de nada que me esfuerce porque no obtengo los resultados deseados». Sin embargo, ¿te has esforzado o ya te adelantas a lo que puede pasar? A veces, no somos sinceros con nosotros mismos y justificamos nuestro comportamiento en base a lago que aún no ha sucedido. Esto ocurre porque no estamos realmente comprometidos, como mencionábamos anteriormente.
El problema del ser humano es que a veces se engaña para creer que está haciendo algo útil cuando en realidad no se mueve para conseguir lo que quiere. Cada excusa nos hace sentir mejor, víctimas de unas circunstancias que nos impiden alcanzar lo que deseamos. No obstante, esto es una gran mentira. Piensa, ¿quieres lograr lo que dices o simplemente lo dices?
En la vida hay cambios que nos dan verdadero pánico, con independencia de que sean obligados o impuestos por nosotros. No solo cuando tratamos de tallar nuestra personalidad, sino también cuando nos embarcamos en alguna nueva aventura, como ir de nuevo a la Universidad o dejar el trabajo para hacer lo que en verdad nos llena. Pero todo es cuestión de ganas, de querer y de esforzarse. No hay camino fácil, por contra esa dificultad es la que más nos puede hacer fluir si la encaramos bien.
No importa si crees que no es el momento, ni si posees todos los recursos para lograrlo: lo cierto es que casi nunca, ni con todo el tiempo del mundo, se tienen todos. Da igual las dudas que surjan y que te digan «¡no lo hagas!». Hazlo de todos modos, sin ponerte ninguna excusa.
Muchos de los límites que consideras reales solo existen en tu cabeza y puedes terminar con ellos si les enfrentas a la realidad. No es necesario que te mientas, ni a ti ni a los demás. Si no quieres ir hacia algo, no lo hagas. Pero cuando sí quieras llegar a determinado punto, hazlo sin miramientos, sin ponerte ninguna excusa, sin procrastinar, sin dudar… Las cosas se hacen sin pensarlas demasiado. Pues cuando nuestra mente empieza a atiborrarse de ideas, nos bloqueamos hasta el punto de quedarnos completamente paralizados.