Poseer algo también implica la posibilidad de perderlo. Y si se trata de la persona querida esta perspectiva puede ser realmente aterradora. Todos ansiamos sentirnos amados y confiar en el objeto de nuestros sentimientos, sin embargo, casi siempre existe cierto grado de incertidumbre que si no se maneja bien puede dañar seriamente la relación. Los celos mal gestionados suelen convertirse en un verdadero desafío para cualquier pareja debido al distanciamiento, los sentimientos de insatisfacción y soledad, y las muestras de maltrato físico y/o psicológico que pueden conllevar.
¿EN QUÉ SE DIFERENCIAN LOS CELOS NORMALES DE LOS PATOLÓGICOS?
Los celos surgen a partir de la necesidad de poseer algo en exclusiva y su detonador suele ser la idea de una posible infidelidad, unida a cierta inseguridad personal. La utilidad de este sentimiento de pertenencia reside en motivar a cuidar lo que se quiere y tratar de retenerlo, con tal de evitar su pérdida. Y en este sentido, los celos pueden resultar adaptativos, dado que contribuyen a consolidar y estabilizar la pareja. Sin embargo, llevados al extremo tendrían un efecto destructivo, tanto para el cónyuge como para quien los experimenta.
Los celos patológicos se diferencian de los normales en que no existe una causa real para su aparición, sino sospechas insólitas que conllevan una reacción desproporcionada a la situación. Entre los principales factores de riesgo para su desarrollo destacan la falta de atención y afecto parental, la baja autoestima, la alta necesidad de aprobación por parte de los demás, la dependencia emocional unida a un miedo intenso a ser abandonado, así como la elevada necesidad de control y la escasa tolerancia a la incertidumbre.
¿QUÉ TIPOS DE CELOS PATOLÓGICOS EXISTEN?
Dentro de los celos patológicos podemos diferenciar dos tipos: los que tienen una base psicótica y los de carácter no delirante, llamados también celos obsesivos. Los primeros se observan principalmente en trastornos como la esquizofrenia y la psicosis tóxica producida por el abuso de sustancias. En estos casos la persona vive los celos como algo muy justificado, aun en ausencia de un motivo real para sentirlos, y se resiste a cambiar de idea a pesar de las evidencias o la argumentación lógica.
En el segundo caso, sí se reconoce lo absurdo de los celos, normalmente, provocados por pensamientos intrusivos de abandono o infidelidad que la persona trata de aliviar mediante conductas de control sobre la vida del otro. Los comportamientos pueden ir desde llamar constantemente a la pareja y vigilar sus medios de comunicación (p. ej., leer sus mensajes) hasta pedir que renuncie a su trabajo o el resto de relaciones por pasar más tiempo juntos. En los casos más extremos de celos patológicos, la sumisión del otro se consigue mediante agresiones físicas.
¿CÓMO SE TRATAN LOS CELOS?
Como es lógico, debido a la complejidad del problema, el tratamiento suele requerir del empleo de distintas técnicas. Aparte de corregir las ideas irracionales y desadaptativas, puede ser necesario el entrenamiento en solución de problemas, así como la mejora del manejo de diferentes emociones como la ansiedad, la ira o el sentimiento de soledad. Y, en los casos donde se observan conductas agresivas, sería importante que la persona adquiera un buen control de impulsos. Las técnicas basadas en la “exposición” también resultan de utilidad para aliviar la ansiedad en estos casos.
Por último, nos gustaría subrayar que los celos son frecuentes en la mayoría de las parejas y su presencia, en sí misma, no tiene por qué constituir un problema. Sin embargo, si provocan un malestar significativo, conflictos importantes con el cónyuge o limitan su vida, lo más aconsejable seria buscar la ayuda de un especialista. Dicho esto, esperamos que este artículo sobre los celos patológicos os haya aclarado algunas dudas y os resulte de ayuda a la hora de identificarlos e impedir que interfieran en vuestra vida cotidiana.