Esta pregunta me la plantean con cierta frecuencia en la consulta. Es verdad que la causa de los conflictos puede ser muy variable pero hay un origen frecuente que creo que merece la pena atender y detallar por medio de este artículo.
Una actitud atenta a la necesidad de otro, tener una sonrisa para pedir o simplemente para hablar, es algo que favorece la cordialidad, si además aparecen las bromas con facilidad y se sabe ser algo seductor, parece que son condimentos suficientes para enamorar a muchas parejas. Aun así son características que no siempre se pueden mantener en el tiempo sin verse modificadas por decepciones, reproches, abusos de otras personas… Cuando el día a día dificulta tener siempre una buena cara es cuando pueden surgir las explosiones, los enfados, los reproches… Y posteriormente la culpa por haberse pasado y haber sido injustos o exagerados.
Cuando el día a día dificulta tener siempre una buena cara es cuando pueden surgir las explosiones
El querer ser agradable va muchas veces de la mano de no querer ser juzgado negativamente. Cuando pedimos cosas como “no me molestes con ese tema”, “llévame en coche a hacer este recado”, “baja la música”, “no me apetece ir a este restaurante, prefiero este otro”, “no quiero tener sexo ahora”… nos estamos exponiendo a que la persona a la que se lo estamos diciendo no le parezca bien. Nos puede juzgar como caprichosos, egoístas, injustos, etc. Si la persona que pide, dentro de su manera de ser se centra en ser agradable, al ser juzgada por sus peticiones se puede sentir muy insegura, ansiosa o enfadada, haciendo que si no sabe afrontar la valoración negativa de los demás, se acabe callando o saltando cada vez que se ve juzgada. (¡los vínculos que incluyo en este párrafo me parece que apuntan a artículos muy complementarios e interesantes! No deje pinchar sobre ellos para completar esta lectura)
Las personas muy dulces y agradables, no siempre saben qué hacer cuando surgen los conflictos o la disparidad de criterios, por esa razón se pueden sentir muy cómodas iniciando relaciones, pero no tanto cuando pasa el tiempo y hay que definir necesidades y objetivos que no siempre coinciden con los de sus amigos o parejas.
Así pues para no pasar de ser una persona dulce, a otra siempre enfadada hay que ser capaz de definir qué se quiere, de expresarlo y de afrontar que los demás puedan estar en desacuerdo. Sólo así se puede mantener una actitud de tranquilidad sin caer en el enfado continuado (a menudo culpando a otras personas del propio malestar).
Pedir a tiempo y afrontar las consecuencias es muy importante para que una relación pueda ser duradera y satisfactoria para las dos partes.
Si su pareja desde hace un tiempo dejó de ser dulce y agradable, y ve que su tendencia es a querer llevarse bien, no generar conflictos, querer sonreír… piense que es posible que sea por esta carencia, no ha aprendido a pedir y a ser juzgada por desear o necesitar algo diferente que usted. En el caso en el que haga poco que tiene una relación de pareja y las características que describía le parezcan descriptivas de ella, piense en que es bastante probable que se produzcan estas situaciones. Háblelo con ella, anímela a afrontar de forma diferente la relación y potencie la idea de que pedir a tiempo y afrontar las consecuencias es muy importante para que una relación pueda ser duradera y satisfactoria para las dos partes.
En este tiempo en el que vamos sumando artículos en gabinetedepsicologia.com he escrito bastantes artículos sobre relaciones de pareja, quizás los principales pueden leerse en este enlace: “10 artículos que hay que leer” y “lo pido o no“, del cual extraigo lo siguiente:
Para poder pedir lo que queremos podemos tener en cuenta:
- Lo primero es concedernos el derecho, darnos permiso a pedir por el mero hecho de que así lo deseamos.
- Lo segundo es reconocer que quien nos va a escuchar casi con seguridad se incomodará, que quizás no le guste y eso nos generará malestar. Para soportar este sentimiento negativo es necesario convivir con él cierto tiempo. De esta forma seremos más capaces de aguantarlo y podremos valorar que quizá no es tan insoportable como pensábamos
- En tercer lugar, si nos arriesgamos a pedir lo que queremos tendremos la posibilidad de conseguir soluciones, si nos callamos la situación seguirá igual.
- Por último es conveniente valorar qué supone más esfuerzo o qué es más desagradable, el malestar que podemos sentir al hacer nuestra petición, o el que podemos sufrir por no hacerla. Así de esta forma, en algunas situaciones convendrá arriesgarse y en otras quizás no sea lo más adecuado. Pero sin riego probablemente no haya cambio.