Deseo sexual. Según la fase afectada en una relación sexual, se irán produciendo diferentes problemas, ocasionados probablemente por distintas razones.
La falta de deseo sexual suele describirse con mayor frecuencia en la mujer, se considera que la incidencia de este problema entre ellas es de un 36% y de un 15% entre ellos. Como característica fundamental, se experimenta falta de deseo sexual y por lo tanto no llega a aparecer la excitación.
No debe confundirse este problema con la “aversión al sexo”, pues éste haría referencia al miedo a la relación sexual, no a la falta de interés por la relación. Además para diagnosticar falta de deseo sexual, no basta con tener pocas relaciones sexuales, también ha de desaparece el interés por la masturbación, pocos pensamientos, ensoñaciones o fantasías eróticas y además la persona no percibe como frustrante no poder dar rienda suelta a su sexualidad.
La inhibición presenta variaciones importantes, desde personas que manifiestan una ausencia de interés en el sexo, pero son capaces de responder a los estímulos de la pareja y experimentan excitación y orgasmo, hasta los que están desinteresados en iniciar la actividad sexual y además rechazan las aproximaciones de su pareja. La forma de afrontar este problema es también variada, en algunos casos, en especial en la mujer, aún no pudiendo gozar, o no sintiéndose atraída en absoluto por el otro, incita a su pareja a tener relaciones. La gratificación de ver disfrutar a la persona amada, puede compensar. En otros casos las personas toleran o soportan el contacto corporal, para poder mantener la pareja, convirtiendo la relación en un acto puramente mecánico con el único fin de esperar la eyaculación del compañero, lo antes posible. Con frecuencia este tipo de comportamiento suele llevar hacia la hostilidad entre los miembros de la pareja y al rencor soterrado hacia quien sí disfruta.
Encontramos causas de este trastorno de tipo orgánico y de tipo psicológico. Las primeras pueden ser: trastornos endocrinos o insuficiencia renal, efectos secundarios de fármacos anticonceptivos, antidepresivos, antihipertensivos y psicotropos, además de los efectos del consumo de alcohol, opiáceos, etcétera. Habitualmente las causas más importantes suelen ser psicológicas o psicosociales. Atendiendo a si el problema se produce desde siempre o después de tener una capacidad de deseo sexual normal, podremos rechazar con ciertas garantías la causa fisiológica. En la mayor parte de los casos, el origen de la inhibición del deseo sexual se debe a estados depresivos, bajo nivel de autoestima, pobre concepto de la propia imagen corporal o a la ansiedad.
Una educación rígida que diera un carácter sucio o degradante al sexo, producirá dificultad en esta fase. Experiencias desagradables pasadas con la propia pareja o con alguna otra (sexo a la fuerza, violaciones…), discusiones, desengaños amorosos, luchas de poder entre ellos puede precipitar también la falta de deseo sexual.
No hay que menospreciar el papel que tiene en este problema el aburrimiento sexual. La repetición, la rutina en las conductas y hábitos sexuales pueden llegar a cansar o aburrir, disminuyendo el deseo sexual. Así lo importante sería un cambio en el repertorio de comportamientos, favoreciendo alternativas que alienten el deseo sexual.