¿Qué tal si aprovechamos para pensar en aquellas cosas que nos hacen felices y potenciarlas, en aquellas que no lo hacen y disminuirlas?
Ahí va un adelanto, te propongo que leas cada una de ellas y ver si te sientes identificado con alguna de las causas respecto de tu vida. Como verás, semánticamente son las causas de la infelicidad; te animo a que pienses cual será la expresión o concepto contrario, es decir, aquellas que potencien el ser feliz.
- Ver la botella medio vacía.
El mundo es neutro – el mundo es, y punto-, y tan acertado o equivocado es considerarlo enteramente terrible o completamente paradisíaco. Siempre habrán cosas buenas y cosas malas en él, y dependerá de cómo y cuándo las percibamos nosotros. La pregunta es ¿podemos educar la forma de percibirlo?
- Competitividad.
La competencia genera insolidaridad y desprecio, aunque hay casos gozosos – deporte, juegos – nuestro día a día debería construirse en el respeto hacia aquellos merecedores del mismo. No es cuestión de ser un buenazo porque sí y ofrecer un altruismo universal, sino de devolver un aprecio solidario al que lo practica. Una carrera por ser más y mejor que el otro es demasiado fatigosa y estresante, y lo más probable es que acabe repercutiendo en nuestro bienestar.
- Aburrimiento y excitación.
Hay que aprender a aburrirse. El descanso y los tiempos muertos forman parte de nuestra naturaleza, e ir por la vida demasiado deprisa hace que no apreciemos lo bello y bueno de los pequeños detalles y la quietud. ¿Tiene miedo el hombre hiperactivo de mirar dentro de sí mismo y por eso se mantiene siempre ocupado?
- Fatiga
La fatiga corporal es beneficiosa para nuestro organismo: significa que lo utilizamos con disfrute y nos hace gozar más del descanso. Pero la fatiga nerviosa es sinónimo de estar sobrepasado por las obligaciones y responsabilidades, empeorando así nuestra salud. Tratemos de priorizar qué debemos hacer y lo que es válido para nosotros por nosotros, sin dejar que nos marquen un horario estresante… o peor, haciéndolo nosotros mismos.
- Envidia
Yo soy yo, los demás son los demás. Lo que a otros contenta no tiene por qué realizarme a mi. No hay un patrón de felicidad común del mismo modo que no debería haber dos persona iguales. Intentemos disfrutar de lo que tenemos y no torturarnos con el anhelo de cosas que no sabemos si nos harán felices.
- El sentimiento de pecado
Nuestro subconsciente no puede marcar nuestro yo racional: es difícil pero debemos educar nuestra conciencia para que piense por sí misma y haga frente a aquellas creencias que nos han inculcado sin pasar por nuestra capacidad crítica de reflexión.
- Manía persecutoria
Todos juzgamos a los demás sin darnos cuenta, está en la dimensión valorativa de nuestro lenguaje. Pero eso no quiere decir que haya una conspiración constante para nosotros: el aprecio es subjetivo y no somos tan importantes como para ser objeto de odios colectivos.
- Miedo a la opinión pública
Como decía un sabio el éxito es algo horrible porque depende la opinión de los demás. La opinión es subjetiva, y desconfiemos del criterio de todos aquellos que en masa opinan lo mismo. Ser uno mismo y mantenerse fiel a los principios generará pocas opiniones positivas en el mundo actual, pero serán siempre mil veces más valiosas porque contendrán sinceridad y afecto a esta actitud: nos querrán por ser como somos.