Siempre hay esperanza si realmente quieres ser feliz en tu matrimonio.
“¿Cómo hago para salvar mi relación? Lo amo, bueno, no tanto… La verdad ya no sé ni que siento por él. Discutimos de todo y por nada. Ya me tiene harta. Creo en el matrimonio, quiero salvarlo, pero… ¿cómo?”
¿Te suena esta escena? Sí, es verdad, cuando traemos problemas en el matrimonio recibimos cantidad de consejos como que le echemos ganas, que aguantemos, que no tiremos la toalla, que el matrimonio puede mejorar, pero ¡¿cómo le hacemos?!
La única realidad es que el matrimonio está lleno de problemas y no sabemos ni por dónde comenzar a salvarlo porque, siendo honestos, muchas veces es tan profundo el abismo en el que ambos hemos sumergido a la relación que el tirar la toalla se vislumbra como el camino más sencillo.
Si esta es tu realidad hoy es el momento de cambiar algunas actitudes y conductas en tu vida. Solo tomando acción de una forma valiente podrás transformar este presente al que poco futuro le ves en un verdadero camino al cielo. Es importante que no pierdas la esperanza.
Pero ¿cómo? Te comparto unas sencillas sugerencias. Tómalas en cuenta. Te servirán como un buen comienzo.
- Voluntad: Disposición de trabajar en pro de la relación. El pretexto es no puedo, la razón es no quiero. Puedes sentirte muy cansado, muy agobiado, pero si tienes la convicción de salvarla encontrarás el cómo. Recuerda que aquel que tiene un “para qué” siempre encontrará el “cómo”.
- Todo cambio comienza en primera persona. Yo quiero, yo decido y yo lo hago. Como decía San Agustín: “Procura adquirir las virtudes que crees que faltan en tus hermanos y ya no verás los defectos, porque no los tendrás tú.” No esperes a que el otro haga algo, hazlo tú. Comienza por hacer cambios tú. Lee buenos libros para enriquecerte y ser una mejor persona y, por ende, un mejor cónyuge. No digo perfecto, simplemente cada día mejor.
- No te enfoques solo en las debilidades de tu pareja. Reconoce que tú tampoco eres perfecto, así que no es justo ver lo malo únicamente en el otro. Trata de recordar todas las cosas que en un principio admirabas de él/ ella y también los buenos momentos que pasaron juntos.
- Las diferencias entre ustedes no deben ser una amenaza, sino oportunidades para transformarse y enriquecerse mutuamente; son complementarios.
- Piensa positivamente. No tienes el poder de cambiar a tu pareja, pero si tienes el poder de cambiar tú. Y con esto de los cambios personales sucede algo maravilloso: cambio yo y como por arte de magia ¡cambia todo! La realidad que antes me chocaba se transforma.
- ¡Sé paciente! Roma no se hizo en un año. Quizá en tu matrimonio vivirás una etapa en que hay que ir cuesta arriba, trabajar contra corriente y contra todo pronóstico. Simplemente hazlo sin mirar atrás y sin dejarte llevar por el miedo pensando que es una labor titánica imposible de lograr. No te desesperes si no ves cambios en la forma y el tiempo que tú lo esperas. Todo llegará a su tiempo. Estas crisis se viven día a día.
- Oración. Un matrimonio se salva de rodillas, pero a Dios rogando y con el mazo dando. La Gracia de Dios llega a aquellos lugares donde la fuerza humana ya no nos alcanza.
No se puede hacer nada para cambiar lo que ya pasó, pero sí se puede hacer mucho para cambiar lo que viene. Si realmente quieres ser feliz, si estás dispuesto a tomar el timón de tu relación, si de verdad estás decidido a salvarla siempre habrá una salida.
Si hoy tu matrimonio no está bien y no haces un parón para rectificar en pocos años estará aún peor. Desanda el camino o bien, corrige. Busca y encuentra ayuda, sobre todo la de Dios.
Créditos : Luz Ivonne Ream