Desde un enfoque psicobiológico, la aceptación del hecho traumático es un fenómeno mental por el que se alcanza el convencimiento pleno sobre la realidad del suceso percibido, su significado y sus consecuencias. Pero esto no implica la conformidad con el mismo, ya que por definición, el suceso traumático es perjudicial y no deseado.
Aprender a aceptar un suceso traumático implica reconocer que un hecho concreto ha destruido el estado de equilibrio y armonía que teníamos, que se ha producido un cambio nocivo en la percepción de uno mismo y/o del entorno vital y, muy probablemente, una alteración en las relaciones que manteníamos en el ámbito familiar, social o laboral, provocando todo ello un sentimiento de dolor y sufrimiento. También implica asumir que no podemos volver atrás en el tiempo, por tanto, no deberíamos seguir esforzándonos en que las cosas sean como eran antes y resistirse al hecho evidente e irremediable.