Somos dependientes de un objeto o una persona cuando pensamos: «Si lo pierdo o no puedo obtenerlo, mi vida no tendrá sentido». Y somos personas emancipadas (autónomas) o desapegadas, cuando pensamos: «Si logro lo que deseo, lo disfrutaré mientras lo tenga, pero si lo pierdo o no puedo conseguirlo, no será el fin del mundo ni se acabará la vida, aunque me duela». En el desapego sigo adelante, no me deprimo ni me dejo abatir por la pérdida, sencillamente sigo adelante.
Ser «independiente» no es ser poco compasivo o estar desligado de los demás. Amar y relacionarse con los otros desde una actitud de desapego/independencia es hacerlo con respeto y libertad. Me interesan las personas, pero no me esclavizo ni destruyo mi valía personal para vincularme con ellas; lo hago desde una posición digna. ¿Qué daré a los demás si no me quiero a mí mismo ni me valoro? ¿Cómo entregar lo que no tengo? No se trata de prescindir de la gente, sino de acercarse a ella sin maltratar ni maltratarse, sin ser servil, sin miedo, sin humillación, sin la carga de la dependencia.
• ¿La gente desapegada es irresponsable?
Desapego no significa «falta de compromiso» con lo que uno hace o dice. No es lavarse las manos. Pode
mos ser responsables sin sentir angustia o culpa anticipada. El Bhagavad Gita (un texto sagrado hinduista considerado uno de los clásicos
más importantes del mundo) hace dos mil seiscientos años afirmaba en uno de sus versos:
Aquel que está siempre satisfecho y no depende de nada, al no estar apegado al fruto de sus obras, aunque esté comprometido en sus actos, no necesita esclavizarse.
«No estar apegado al fruto de sus obras…» ¿Habrá algo más cercano a la paz interior? Comprometerse no es esclavizarse ni venderse al mejor postor. La consigna del desapego manifiesto: prohibida la esclavitud mental, además de la física.
Y aconseja resistirse a cualquier cosa que atente contra nuestra dignidad o nos encadene emocionalmente, es decir: no aceptar nada que nos robe la capacidad de pensar y
sentir como nos dé la gana.