Miguel Ángel Pla
Psicoterapeuta – Coach personal y ejecutivo
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Los personajes con los que tenemos que trabajar para desarrollar la capacidad de autocrítica son fundamentalmente: el gobernante, el sabio y el guerrero.
Este proceso de autocrítica inicia cuando el gobernante pide al sabio que realice inventarios o evaluaciones para conocer los pasivos y activos psicológicos del reino, para saber lo que hay en él de bueno o malo, de funcional o disfuncional. Sin embargo, para que el sabio pueda cumplir con su tarea, necesita saber que el gobernante posee suficiente grandeza, nobleza y humildad para aceptar la realidad de que existen aspectos negativos, oscuros o inmaduros en el reino.
Si un sabio detecta la presencia de un gobernante débil, soberbio, iracundo y cruel, solo le dará la información que aquel quiera escuchar, pues no querrá exponerse a ser encarcelado o decapitado por mostrar las miserias del reino.
Cuando hay un gobernante tan primitivo, el sabio suele convertirse en una persona aduladora y convenenciera, en un experto en acariciar los oídos del gobernante, diciéndole sólo palabras que suenen como deleitantes notas musicales.
De ahí es la importancia de contar con un gobernante fuerte y sólido. Pero ¿cómo puede adquirir ese aplomo y ese valor? A través de la confiabilidad de su guerrero.
Sólo con el apoyo y la presencia del guerrero a un lado y del sabio al otro, somos capaces de mirarnos en la pantalla de nuestra realidad bidimensional, en ese espejo “mágico” que con toda la honestidad y franqueza nos refleja detalladamente los múltiples ángulos de nuestra parte luminosa, pero también los de la oscura.
Lo contrario a la actitud del gran guerrero es lo que definimos como “la moneda devaluada del victimismo”. Le llamamos moneda porque tiene 2 caras, ambas igual de perniciosas, además de que se apoyan y retroalimentan una a la otra.
A la primera cara le llamamos victimismo pasivo, porque cuando la persona se siente víctima reacciona con una conducta de sometimiento; es la que identificamos con el comportamiento masoquista que sugiere el “disfrute” del sufrimiento frente al maltrato, o en el mejor de los casos, que lo busca y reproduce.
A la segunda cara de la moneda le llamo victimismo activo o tirano, porque cuando la persona se siente víctima reacciona con violencia desenfrenada contra quien lo frustra.
En el ámbito de la pareja, cuando una persona permite que otra la someta, controle, domine o maltrate, no es víctima del malvado cónyuge, sino de sí misma, es decir, de que su tirano interior la victimiza al convencerla de que merece el maltrato y el sufrimiento, de tal suerte que después de esta dinámica auto terrorista “aproveche” al cónyuge para ser sometida o maltratada por él.
Pero justo en el momento en el que la persona autovictimamente despierta a su sabio para que le ayude a comprender esta dinámica auto punitiva, con el objeto de que la saque del error de creer que es víctima de otro individuo, podrá a su vez activar a su gran guerrero para liberarse más que del villano destructor externo.