La vida se compone de momentos, de personas y experiencias variadas encadenadas como perlas.
De nosotros depende ser selectivos y dar valor a esas piezas que, gracias a su brillo intenso, nos permiten tener una existencia más hermosa a la vez que significativa. Por ello, es necesario tener claro un dato muy concreto: ser selectivo no es ser egoísta.
Tarde o temprano, uno acaba dándose cuenta de que sobran cosas, de que nuestro equipaje personal arrastra un peso excesivo donde nos será imposible facturar esa maleta para continuar nuestro viaje a la felicidad.
Madurar es por tanto aprender a aplicar filtros psicológicos y emocionales. Quien se atreve a dejar ir ciertas amistades, ciertas relaciones, costumbres y determinados entornos, no peca de soberbia, al contrario, practica un fabuloso mecanismo de supervivencia