Miguel Ángel Pla
Psicoterapeuta – Coach Personal y Ejecutivo
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Tal vez esto te sorprenda, pero no todo el mundo debería tener el mismo acceso a ti.
Eres responsable de administrar diferentes niveles de intimidad, responsabilidad, influencia y confianza con las personas de tu vida. De la misma forma, eres responsable de honrar a los diferentes niveles de acceso e influencia que los demás permiten que tengas en sus vidas.
Estos niveles son absolutamente justos, saludables, normales y buenos. Se supone que debería ser así. Tiene que ser así. Cuando esperamos tener el mismo acceso los unos a los otros, estamos preparándonos para transgredir y ser transgredidos.
El próximo nivel de intimidad es tu relación humana más íntima, tu vínculo anímico más profundo. Solo una persona va a encajar en ese hueco. Si estás casado, debería ser tu cónyuge. Si no lo estás, esta persona podría ser un amigo, un padre, un hermano o hasta un socio del negocio.
Cuando te casas, te enfrentas a una transición delicada al pasar de una persona que ha estado en ese nivel a otro círculo y permitir que tu cónyuge tome este lugar como propio. Tal vez sea incómodo, pero se debe hacer.
A veces la gente nos daña o asusta. Si eso ocurre, debemos sacarles a un lugar de acceso que puedan cuidar bien. Solo una persona se merece el lugar más íntimo en tu vida.
Cuánto más fuera están los círculos de la intimidad, más personas caben en dichos círculos. El próximo círculo contiene a personar como tus hijos, nietos, seguidos de tus mejores amigos. Saliendo aún más para fuera, tienes buenos amigos, compañeros de trabajo y después conocidos.
Si sigues encontrarás a personas que están en el mismo área geográfica y finalmente al resto de la raza humana.
El nivel de intimidad que tiene una persona en mi vida determina cuánto de mí le ofreceré cuando empiecen a tirar de la relación.
¿Intenta la gente demandar más de mí de lo que decidí ofrecer en su nivel de intimidad? Por supuesto. Ahí es donde tengo que honrar mis límites y asegurarme de que no empiezo a tratar a alguien del círculo exterior como trato a uno de los míos.
Así es cómo funcionan los límites. Dices “sí” a algo, que obligatoriamente significa decir “no” a todo lo demás. Al principio, puede parecer un desafío aferrarte pero si de manera constante estableces un límite firme alrededor de tus respuestas, con el tiempo las cosas a las que dijiste que “no” no se presentarán como opciones viables. Vivir dentro de tus límites se convierte en un estilo de vida.