Miguel Ángel Pla
Psicoterapeuta – Coach personal y ejecutivo
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A las personas dependientes no les molesta perder la libertad en la pareja, más bien les agrada el sometimiento afectivo (“Haz de mí lo que quieres, tú tienes el poder”) porque se sienten más seguras, protegidas o amadas.
Su premisa es categórica: “Cuanto más atados estemos, más felices seremos”. Y esa felicidad no es gratuita, tienen un motivo de fondo relacionado con el miedo de perder al otro: “Cuanto más apegado o apegada esté a ti, más difícil es que me hagas a un lado”.
La estrategia preferida para mantener el contubernio de la dependencia es la sumisión: no expresar, sentir o pensar cualquier cosa que pueda contradecir o provocar malestares en el otro. Adiós, libertad; bienvenida la esclavitud por amor.
Los gustos y actividades de las personas dependientes quedarán supeditas a la aprobación de su pareja, así como la posibilidad de tener amigos o amigas.
“Decide por mí, tu sabes mejor que yo lo que me conviene”, decía una mujer de diecisiete años a su amado de la misma edad, quien se mostraba claramente empoderado de su papel de “gurú existencial” del otro. Él iba a dirigir la vida de su pareja, y la pregunta que surge es natural: ¿y quién iba a dirigir la del joven?
Cientos de miles de personas en el mundo adoptan la dependencia emocional y la pérdida de libertad como estilo afectivo: “No te prefiero, te necesito por encima de todo”.
Encadenados a un amor y aparentemente felices, enredados en un vínculo de dominancia/sumisión por elección propia.
Para la persona dependiente, el sujeto de su amor es imprescindible para su funcionamiento como ser humano. Su mente no concibe la vida sin el otro. De ahí creencias irracionales como “No puedo vivir sin ti” o “Lo eres todo para mí”.
Su esquema mental central es de creencia, de vacío y de una necesidad apremiante que solo la persona amada podría llenar o resolver.
La pesadilla interpersonal, la peor de todas, es no tener quien se haga cargo de ella y tener que enfrentar la vida sola y sin alguien que la quiera.
Las personas independientes son amigas de la libertad. No consideran que la pareja deba interferir de manera tajante en sus decisiones, en su manera de pensar, sentir y actuar. Defienden su libertad de expresión y no aceptan prohibiciones amparadas en el amor o en cualquier otra actitud de superioridad/dominación. Aman siendo libres. Su esquema básico es definitivamente saludable: amor y libertad no son incompatibles.