Miguel Angel Pla – Psicoterapeuta – Coach ejecutivo
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A veces pensamos que las cosas son evidentes, podemos llegar a un punto en el que el clima parezca apacible y tranquilo, tal vez la costumbre está muy presente y no nos permite observar de una manera transparente.
No siempre nos sentamos a pensar seriamente en nuestra relación afectiva, porque “destapar la olla” asusta. ¿Para qué pensar en mi pareja si yo sé que me quiere? Porque tienes derecho a ser feliz de una manera real, así de simple.
Éstos son 3 de los síntomas de que la cosa ya no funciona:
*Empiezas a envidiar a otras parejas
*Se activa el recuerdo de viejos amores
*Aparecen las dudas de: ¿Me habré enamorado de una persona incorrecta?
¿Cuál es la necesidad de vivir mal? La felicidad tiene que ver con los balances de la vida, no se trata de mezquindad, sino de sabiduría.
El auto-engaño y la ignorancia funcionan de la misma manera, estamos tan acostumbrados al sufrimiento que ni siquiera nos damos cuenta. La mente puede acostumbrarse a la tristeza y a la ansiedad hasta considerarlas “normales”.
Tal vez por amor ya pasaste el límite de lo aceptable, seguramente cada nuevo día se siente como un bajón y obtenemos un sinsabor permanente que nos va matando la alegría.
“El corazón tiene sus razones que la razón no conoce” a veces es bueno voltear a vernos y revisar a las razones de la mente y trasladarlas al corazón. Es totalmente increíble cómo podemos llegar a insensibilizarlos del dolor y del sufrimiento.
Cuándo cruzamos los límites de la autoestima es cuando la falta de completitud se acerca a nosotros pero nuestra mente y la duda se acobarda.
Existen relaciones que se escudan en un aparente diálogo inteligente pero no es más que un forcejeo constante y ahí se pueden quedar semanas, meses, años creyendo en algo que aparentemente no existe.
Una buena pareja no habla tanto como la gente cree, sino lo suficiente para mantener vivo el interés.
¿Entonces? ¿Estas amando de una forma racional o irracionalmente?