¡Fluye de nuestra mente subconsciente!
Sucede porque aprendemos el enojo a través de la exposición repetida a determinadas experiencias en nuestro entorno.
Encuentro interesante que a pesar de que a menudo aprendemos a reprimir emociones en la infancia, este es el periodo en que nos bombardean las experiencias que despiertan emociones.
Hasta las caricaturas parecen enseñar a los niños a reaccionar ante la vida con enojo y con ira. Lo mismo vale para muchos de los programas policiales en los horarios pico. Los medios nos enseñan a reaccionar ante la vida con un fusible corto, a sacar conclusiones inmediatas y a dar respuestas ingeniosas y súbitas.
El enojo es una respuesta condicionada. La aprendemos a través de la reiteración y por medio de pistas o cosas en nuestro entorno que nos dan pie para enojarnos.
En un estudio se demostró que se podía enseñar a los perros a salivar cuando sonara una campana. Inicialmente, cada vez que los perros recibían comida, también oían el sonido de una campana. Salivaban ante la presencia del alimento al principio, pero con el tiempo la asociación entre el sonido de la campana y la comida era tan fuerte y estaba tan arraigada que salivaban aunque sonara la campana y no se les diera comida. Este es un ejemplo de respuesta condicionada.
De manera muy similar aprendemos a expresar ira cuando enfrentamos estrés. Apenas se oye un grito, sacamos conclusiones apresuradas y respondemos de manera determinada aunque la persona que grita nonos esté gritando a nosotros.
Con el tiempo la persona ni siquiera se da cuenta de que es lo que hace disparar su ira, simplemente está lista, tensa para huir o pelear en todo momento. Un día quizá esté enojado y le grite al repartidor de periódicos si no lo deja en el lugar indicado. Otro día, quizá se enoje ante un vendedor incompetente. O cuando la fila parece demasiado larga en la estación de servicio, saldrá a la luz la expresión del enojo. La ira hierve de manera muy inadecuada si la persona vive mucho tiempo con ira reprimida.
Desafortunadamente las personas hostiles ni siquiera pueden darse cuenta de lo inadecuado de sus respuestas en relación a las circunstancias o situaciones que provocan sus reacciones.