Miguel Ángel Pla
Psicoterapeuta – Coach Personal y Ejecutivo
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Un amor sin valores que lo guíen es un amor a la deriva, desorientado. Debemos de analizar con la cabeza fría si la relación afectiva en la que estamos vale la pena o no.
Los siguientes valores guía te servirán para ubicar el amor en un sitio mejor y más gratificante. La ausencia de cualquiera de ellos hace insostenible cualquier relación, por más buena voluntad que tengan los implicados. Estos principios representan valores centrales, exigencias fundamentales, dentro de las cuales debe moverse el amor de pareja para construir una relación estable y satisfactoria. Por eso, ninguno de ellos es negociable, o al menos no debería serlo para alguien que se ama a sí mismo.
• Primer valor: de la fusión/comunión al amor solidario
“Mi media naranja” querer ser uno, donde hay dos, ¿Habrá mayor obstinación? Es apenas obvio que en semejante amalgama de personalidades no haya nada que dividir, ni partición de bienes ni de cuerpos. No habrá “yoes”, no habrá individualidades.
Estar unidos afectivamente implica tener un lazo, un vínculo que por más estrecho que sea, mantiene la diferencia. Si eres “una unidad” con tu pareja, te perdiste. Debes buscarte a ti mismo en el revoltijo afectivo y pasar del “ser de” al “estar con”. Es cuestión de dignidad y respiro.
Pertenecer a la pareja es volverse totalmente semejante a ella y renunciar a la propia singularidad. Si estás enamorado/a no perteneces a tu pareja solamente participas en una relación.
La relación comunitaria se basa en lo que tenemos en común y no en una concordancia absoluta. El amor de dos es un intercambio de información, emoción, ternura. En el canibalismo afectivo ya no tendrás nada que compartir porque todo está dicho. Por eso, el amor/fusión, tarde o temprano, termina deslizándose peligrosamente hacia el más pesado aburrimiento.
Te propongo adoptar el valor de la solidaridad en lugar de la absorción emocional. La solidaridad implica actuar a favor de alguien cuyos intereses se comparten, es decir, al defender los suyos, defiendes también a los tuyos.
•Segundo valor: De la generosidad al amor recíproco.
Les guste o no a los dadores compulsivos debe existir un intercambio básico para que el amor de pareja pueda funcionar.
El amor recíproco va más allá del puro “dar”, que caracteriza a la generosidad, y propone una relación basada en el “dar” y “recibir”. La generosidad es moralmente superior pero la reciprocidad es el motor de la vida en pareja.
No es posible aceptar una relación desigual, si queremos mantener un amor constructivo y saludable.
•Tercer valor: De la obligación al amor voluntario.
La relación amorosa no puede ser una exigencia. No se trata de estar con quien se debe estar, sino de estar con quien se quiere estar.
Así como el sentimiento amoroso no se obliga, tampoco puede imponerse a una persona vivir con alguien si no desea hacerlo o no le conviene.
Es mejor un amor sin la carga de los “debería” sin deudas adquiridas. “Quiero estar contigo porque me nace, con la menor cantidad posible de preceptos y disposiciones”.
El amor sano no es una tabla de mandamientos sino un proceso vital de descubrimiento y crecimiento personal. Amas a una persona cuando respetas su capacidad de crearse a sí misma.
¿Entonces? En un amor inteligente y maduro, básicamente ético, la responsabilidad asumida libremente pesa más que el deber tajante, el querer amar, más que el deber amar.