Miguel Ángel Pla
Psicoterapeuta – Coach Ejecutivo y personal
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Lo que equivale a decir: hagas lo que hagas, te amaré igual. Sin condiciones, en las buenas y en las malas, bajo cualquier circunstancia, en la infidelidad, en los golpes, en la explotación, en el desamor, en la burla y en la indiferencia. No importa que hagas… yo siempre estaré allí.
¿A quién se le ocurrió semejante disparate?
¿Es que en el amor de pareja no intervienen los derechos humanos?
Amor reverencial, imposible de cuestionar: ¿Quién puede vivir con semejante compromiso? Juremos menos y construyamos más.
Aceptar todo de antemano implica negar la propia consienta y perder de vista los límites que no debemos traspasar. El amor de pareja debe estar condicionado a los mínimos éticos, como cualquier otra relación interpersonal, porque de no ser así, le otorgaríamos al amor la propiedad de transgredir las leyes humanas y universales.
No ser incondicional o ser condicional no significa hacer una apología del egoísmo y la indiferencia sino definir límites.
La frase mágica que debemos de decir cuando vivimos en un amor así es: “Te amo, pero no puedo vivir contigo”
El amor no garantiza una buena convivencia, esa se construye.
La idea de que el amor debe ser absoluto e ilimitado es irracional, porque un pacto de incondicionalidad rompe las leyes de las probabilidades y el azar, ya que pretende establecer una certeza imposible.
¡Mucho ojo! La convivencia con la persona que amas requiere unas variables distintas y a veces en sentido contrario al amor universal, porque el ego está mucho más involucrado y el deseo también.