Hace un tiempo tuve la oportunidad de discutir con un gran amigo la importancia de expresar las emociones. Él, como muchos de los que están leyendo estas palabras, era un gran creyente de que lo correcto es no expresar las emociones y sobretodo un convencido de la veracidad de la famosa frase «los niños no lloran» y menos en público.
La discusión se presentó porque en aquel café donde conversábamos, hablábamos sobre una mujer que notablemente se apreciaba triste mientras lloraba, sin embargo cuando alguien se le acercó y le preguntó sobre cómo se encontraba o si necesitaba ayuda en algo, la mujer fue muy contundente y clara al responder con seguridad “muchas gracias, pero solo estoy triste, y así lo debo estar, lo necesito, ya me pasará”.
Precisamente de lo que hablaba aquella mujer en ese café me hizo inmediatamente pensar que era muy asertiva al describir esa situación como algo pasajero y que lo debía enfrentar y vivir. Reflexionamos sobre su valentía y precisión al describir la situación que estaba enfrentando, entonces llegamos a la conclusión de que esta mujer era una persona con una gran inteligencia emocional.
Inteligencia emocional ¿has oído hablar sobre estas dos palabras? ¿qué piensas sobre esta definición, sobre esta descripción? Inteligencia emocional: son dos palabras que abarcan un concepto demasiado amplio, así que hablaremos del autoreconocimiento emocional, ya que en la mayoría de los casos ni siquiera nos detenemos a pensar en este tema, puede ser por mitos, por creencias, por influencia social, o por estilos de crianza que en vez de desarrollar nuestra inteligencia emocional, tendemos a reprimirla, y en el momento que debemos hacer uso de ésta no tenemos las herramientas necesarias.
De esta manera, lo primero que necesitamos es aprender a reconocer las emociones, Paul Ekman psicólogo influyente en la investigación de las emociones, establece seis emociones básicas universales:
- Rabia
- Repugnancia
- Miedo
- Alegría
- Tristeza
- Sorpresa.
Es importante aprender a familiarizarse con estas emociones y entender en qué consisten o qué implican cada una de ellas.
Una vez tenemos identificadas las emociones universales debemos aprender a reconocer cuáles de estas emociones son las que más experimentamos en el día a día, cuales de esas emociones son esquivas para mí y cuáles por el contrario son comunes en mi vida.
Finalmente, debemos relacionar acciones o situaciones de nuestra vida cotidiana con esas emociones, así podremos empezar a tener control sobre qué quiero o qué no quiero experimentar y poder empezar a construir nuestra inteligencia emocional (Evitar aquello que me hace experimentar emociones negativas, priorizar aquellas acciones que se relacionen con emociones positivas). En estas letras quiero proponer un ejercicio práctico, para esto sólo necesitas algo para escribir y una hoja, y lo más importante, concentración:
- Cierra los ojos y piensa en el momento más feliz de tu vida; recuerda cada uno de los sentimientos que acompañaban ese instante, cuando los tengas identificados escríbelos en un hoja.
- En esa misma hoja escribe los sentimientos que más has experimentado en las últimas dos semanas.
- Haz una comparación entre lo que experimentaste en las últimas dos semanas y lo que experimentaste en aquel día tan feliz que recordaste.
Seguramente al finalizar el ejercicio te hiciste consciente de muchas aspectos, eso es precisamente la inteligencia emocional, ser consciente de lo que siento y por qué lo siento. Reconocer nuestras emociones no sólo nos ayuda a entender y comprender quienes somos, sino que también nos impulsa y motiva siempre a estar mejor, en otras palabras saber es poder, así que ya tienes una herramienta más para empoderarte de tus sentimientos y así mismo de tu vida.
La inteligencia emocional es algo que se construye con tiempo y dedicación, así que no esperes más y embárcate en un viaje de reconocimiento emocional, dedícate tiempo, regálate 15 minutos todos los días para pensar en ti, ten en cuenta que siempre le dedicas tiempo a tu trabajo, a tus seres queridos, a tus amigos, a tus clientes, pero, piensa la última vez que te regalaste 5 minutos para pensar en ti mismo.
Espero que este pequeño regalo que hoy dejo plasmado en este texto tenga el mayor impacto positivo en tu vida.