Las claves de la felicidad según Harvard
Estas son nueve lecciones que aprenden los estudiantes de la prestigiosa universidad en una cátedra dedicada a hacerlos más felices.
Por mucho tiempo se creyó que la felicidad no se podía enseñar como las matemáticas o la geografía. Sin embargo, desde cuando Martin Zeligman creó la psicología positiva, esa idea cambió. A partir de sus muchas investigaciones se sabe que el 50 por ciento de la felicidad depende de factores como creencias y hábitos que son modificables y por lo tanto se pueden enseñar. “El resto es genética”, dice Andrés Aljure, coach y profesor de la cátedra de felicidad y bienestar de la Universidad de La Sabana.
En efecto, aprender a ser feliz es posible y por eso muchas universidades en el mundo se han dado a la tarea de incluirla como una cátedra. En Harvard, donde existe desde 2006, es la más apetecida por los estudiantes, al punto de que desbancó a Introducción a la Economía, que por años había sido la clase más popular.
Enseñarla es importante, según este coach, porque la expectativa de vida en el mundo está aumentando y la gente debe vivir esos años extra con bienestar. Se sabe, por ejemplo, que la gente feliz vive 15 años más y con más salud que los pesimistas. Además, ser feliz es una manera de prevenir enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, que amenazan con ser los principales motivos de discapacidad en países desarrollados a partir de 2020. También se ha visto que los empleados felices son más productivos. Por eso, dice Aljure, “no es una moda sino un tema de agenda de la sociedad”. Y si no se enseña en colegios y universidades, como indica Anthony Seldon, director del internado Wellington College, en Gran Bretaña, “es posible que las nuevas generaciones no lo aprendan en ninguna otra parte”.
Aunque lo parecen, los cursos de felicidad no son un paseo. En el de Harvard hay 22 clases magistrales de 75 minutos cada una dictadas por Tal Ben-Shahar, uno de los gurúes del tema en el mundo. El objetivo es enseñar a tener una vida productiva y satisfactoria, y para lograrlo Ben Shahar acude no solo a su propia experiencia, sino a la evidencia científica más reciente, que es el material de estudio más importante de la clase. La idea no es salir con una sonrisa de oreja a oreja, sino “aprender a tomar lo bueno y lo malo y aprovechar al máximo lo que brinda la vida”, señala una de las alumnas de Ben-Shahar.
Curiosamente, dentro de las lecciones principales el dinero no aparece por ningún lado y la razón es sencilla. Según Aljure, después de que el ser humano logra satisfacer sus necesidades básicas la plata deja de ser tan importante, y si bien crea satisfacciones en quienes la reciben resultan pasajeras. “El placer de comprar un carro o cualquier otra cosa se desgasta al mes de haberlo hecho”, dice. Aunque no está mal ambicionarlo, el dinero solo no hace totalmente feliz a nadie. Por el contrario, los siguientes comportamientos y formas de pensar representan cambios estructurales que generarán bienestar permanentemente.
- La felicidad está en la mente: el nivel de bienestar está determinado por la interpretación que cada cual hace de los eventos externos. Si se ven catastróficos o provechosos depende de dónde se ponga el foco de atención. Según Aljure, “el 10 por ciento es lo que nos pasa en la vida y el 90 por ciento es lo que hacemos con lo que nos pasa”. Las personas deben saber que no tienen control sobre todo lo que les sucede, por ejemplo, la muerte de un ser querido, un despido en el trabajo, pero sí tiene alternativas para ver cómo los afrontan. Saber que se tiene ese control es clave en la adversidad.
- Agradezca: el ser humano se adapta a todo, tanto a situaciones negativas como positivas. A eso se le llama adaptación hedonista. El agradecimiento es beneficioso porque significa reconocer las cosas que la gente da por sentadas y creer que siempre estarán allí. Según el psicoanalista Ariel Alarcón, los estudios comprueban que dar gracias explícitamente a las personas genera altos niveles de bienestar porque “en ese acto uno crea empatía con la bondad del otro y eso nos hace sentir buenos a su vez”. Zeligman también recomienda escoger cada noche el hecho más agradable del día.
- Haga ejercicio: se ha podido establecer que 20 minutos de ejercicio al día equivalen a una dosis de Prozac o cualquier otro antidepresivo. Esto sucede porque durante la actividad física el cerebro secreta un tipo de hormonas, las endorfinas, opiáceos naturales que proporcionan una sensación de calma y placer. El ejercicio no tiene que ser intenso ni en un gimnasio. Basta una caminata a ritmo acelerado durante 20 o 30 minutos.
- Cultive sus amigos: los estudios señalan que con solo mantener cinco relaciones de amistad durante toda la vida las personas tienen en un 60 por ciento mayor posibilidad de sentirse mejor. “Los amigos ayudan a que los individuos se desahoguen y al hacerlo se producen varias cosas: se reducen las emociones negativas, el cerebro se estructura mejor porque entiende con más claridad la situación y, además, brindan consejo y apoyo”, dice Aljure. Así mismo, al compartir las desgracias es posible descubrir que sus problemas no son únicos y mirar diferentes formas de afrontarlos.
- El sentido de propósito: la evidencia científica muestra que tener una meta, un proyecto, un sueño que le dé sentido a la vida redunda en bienestar porque funciona como un motor interno que sirve para sobrellevar los obstáculos. Estudios recientes han mostrado que las personas felices que no tienen un claro sentido de propósito cuentan con las mismas probabilidades de padecer problemas de salud que aquellos que enfrentan una adversidad crónica.
- Simplifique: hay que hacer la vida sencilla. Los expertos aconsejan no agendar más actividades de las que puede hacer, ni vivir muy lejos del trabajo, ni quedarse rumiando los problemas. La premisa es que la cantidad impacta la calidad. Tal Ben-Shahar recomienda la simplicidad en el trabajo y en la casa, y para eso hay que tener claras las prioridades.
- Medite: esta práctica milenaria reduce el estrés negativo, relaja, genera paz interior y da energía al cuerpo y a la mente para capotear las situaciones diarias. Está demostrado que, a largo plazo, la gente que medita puede soportar mejor los obstáculos porque, lo dice Laura Álvarez, directora de Happy Yoga, “al concentrarse la mente desvela el ruido que genera la vida amarga y ver el ruido es el primer paso para aquietarlo y cuando la meditación se hace de forma regular, el ruido se transforma en un espacio de silencio o paz”.
- Permítase ser humano: todas las emociones humanas, tanto las llamadas positivas como las negativas, entre las que están la ira y la tristeza, tienen un propósito. Por eso, es bueno sentirlas. También es importante ser compasivo consigo mismo, aceptar las debilidades y las fortalezas y no juzgarse más de la cuenta cuando hay fracasos. Errar no es malo si se ve como una oportunidad para aprender. “Las personas más infelices son las que pretenden que todo les salga perfecto”, señala Aljure.
- Vuélvase un caucho: la resiliencia se asocia a la habilidad que tiene un caucho de volver a su estado normal. En el caso de los humanos significa tener la elasticidad suficiente para ser impactado por un trauma, pero al mismo tiempo poder recuperarse. Esta palabra también se relaciona con crecimiento postraumático, lo que implica seguir caminando pero fortalecido después de una situación difícil o una pérdida. Para poder lograrlo es importante saber que se tiene control y que el fracaso también es oportunidad. Como dice Tal Ben-Shahar en sus clases, “no hay que decir ‘esto me pasó por mi bien’, sino ‘qué bien puedo sacar de esto que me pasó’”.